Quien se haya leido ¿Qué es el Sugutupú? se estará haciendo más de mil preguntas. Pero la más importante de todas, la que más intriga causa es: "¿Por qué una cosa así va a querer tener un blog?". También muchos se preguntarán: "Con esa forma tan rara... ¿Cómo va a escribir?".
Bien, a continuación estas dos preguntas hallarán su respuesta. El primero de muchos secretos va a ser desvelado.
Hace muchos, muchos, muchísimos años, en la época de Felipe IV, Sugutupú vivía feliz en su territorio aprendiendo todo lo que podía de los animales que observaba. Se consideraba un amante de la naturaleza y por ello quería saberlo todo de ella. Desde hacía siglos se dedicaba a observar la evolución de las especies y, como no, a robarles sus mejoras (y empeoramientos). Por aquella época era muy feliz. Pero su vida se convirtió en un calvario cuando el humano propietario de sus tierras, el noble Fernán Núñez, llegó a caballo junto a un hombre que se daba aires de grandeza así mismo: El propio Conde Duque de Olivares.
Éste, bien vestido con pieles y un sombrero más grande que un campo de fútbol y un bigote maś largo que un día sin pan, tenía una gran sonrisa que casi rodeaba su cabeza entera. De pronto firmaron con pluma un papel y justo al enrollarlo, Olivares se fijó en el Sugutupú. Fernán le dijo que era un animal extraño que siempre había estado ahí pero que nunca le había molestado, e incluso que le había ayudado (en sus ratos libres a Sugutupú le gustaba labrar el terreno). Pero el Conde Duque no quería un labrador, quería el terreno.
- Da igual que haga incluso oro. Este terreno es el primero que conquisto y va a ser todo para mi. - dijo el muy egoísta.
Así que a partir de ese momento, Sugutupú se veía constantemente amenazado. Todo un ejército iba a por él y los árboles que le servían de escondrijo poco a poco fueron cayendo. El pobre animal se veía en grave peligro. Afortunadamente, su afinada visión le permitió ver a un topo escondiéndose bajo la tierra. Y le imitó.
Durante los primeros meses, Sugutupú no quiso salir a la superficie. Estaba tan tan tan tan tan aterrado que juró que iba a vivivir siempre bajo tierra. Prometió, también, no volver a ver a ningún humano, ya que nunca había conocido a un ser tan despiadado.
Pero no tardó en picarle la curiosidad cuando empezó a escuchar mucho ruido de fuera y el terreno empezó a hundirse, incluyendo una pequeña caverna que había construido. Entonces, tras medio año de oscuridad, Sugutupú volvió a ver la luz exterior para confirmar que sus temores no eran falsos: Los hombres estaban destruyendo su territorio para construir un palacio.
Los siguientes dos siglos de vida fueron los peores de todos para Sugutupú. Se sentía deprimido, engañado, expoliado, porque podía aceptar a sus inquilinos; el problema es que ellos no a él Pero en 1868 sucedió un milagro: La monarquía, la propietaria "ilegal" del terreno había caido. Y los jardines del Palacio pasaron a manos municipales. Lo que hasta ahora había sido un sitio exclusivo para los reyes, se convirtió casi de golpe en un lugar para los madrileños, los ciudadanos de la villa que creció alrededor del territorio de Sugutupú.
De todas formas, durante los años 30 del siglo XIX, Sugutupú se decidió a hablar con un humano. Eligió a un joven inglés que andaba perdido por los jardines y que había obtenido un pase especial comoinvestigador. Pero el calor del verano le causaba mareos y le desorientaba. Sugutupú le llevó agua y se puso a hablar con él. Sugutupú le vio como una persona muy interesante y como su alma gemela humana, porque el británico también estaba muy interesado en la evolución de las especies. Sugutupú se escandalizó cuando le contó que entre los humanos esa era una teoría prohibida porque "todas las especies han sido siempre iguales porque Dios así las creó". Entonces Sugutupú le contó todo lo que había visto a lo largo de los siglos y le desveló uno de sus grandes secretos, el que le había permitido vivir tanto tiempo: La ley del más fuerte.
El inglés no estuvo muchos meses en Madrid, porque se encontraba haciendo un gran viaje alrededor de las corrientes oceánicas. Pero en menos de 50 años, Sugutupú volvió a tener noticias de su amigo "el aprovehado": Se había hecho famoso entre los humanos gracias al secreto de Sugutupú.
Más de 170 años pasaron hasta que este extraño ser perdonó a ese naturalista humano y decidió volver a hablar con una persona. Eligió a un joven madrileño que estaba sentado bajo un árbol tomando la sombra. Al principio el joven le tenía miedo, pero con los años fueron tomando confianza. Hasta que en el verano de 2008 Sugutupú le pidió a su amigo que hiciera llegar a todo el mundo sus historias, aquellas que durante tantos años había vivido. Y ese amigo es el que estas líneas escribe.